Al convertirnos en hijos de Dios somos hechos hermanos con Jesús, el unigénito hijo de Dios, y el deseo de Dios Padre es que estemos unidos con nuestro hermano mayor.
No hay manera de amar a Dios Padre, sin amar a su Hijo Jesús, como tampoco se puede amar a Jesús sin amar a Dios Padre. Ellos son uno, y así como necesitamos desarrollar nuestra relación con El Padre, también necesitamos desarrollar nuestra relación con Jesús nuestro hermano, quien es Señor y Salvador.